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Torre del Fantasma de La Boca un lugar que merece ser visto

Torre del Fantasma de La Boca un lugar que merece ser visto

La ciudad de Buenos Aires tiene lugares de una belleza única en materia arquitectónica y uno de ellos es verdaderamente singular y merece de una vista, se trata de Torre del Fantasma del barrio de La Boca, un exponente del Modernismo, elegida por los duendes como su morada

Las bellezas arquitectónicas, en la Ciudad  son números  y también sobran las leyendas y los mitos urbanos; pero es probable que pocos lugares reúnan tan marcadamente ambos rasgos como la torre de la esquina de Benito Pérez Galdós y Villafañe, frente a la Avenida Almirante Brown, en el barrio de La Boca.

El edificio, exponente del modernismo catalán, es obra del arquitecto Guillermo Álvarezimpulsor del estilo por estas tierras, y fue diseñado a solicitud de su dueña original, María Luisa Auvert Aurnaud, acaudalada productora agropecuaria que en 1908 -pleno auge de la inmigración europea- decide invertir en edificios de rentas.

El conjunto consta de planta baja y dos pisos que rematan en una torre de almenas, habituales en la arquitectura medieval. Dicho almenar cuenta con ornamentaciones con formas rígidas propias de su estilo, vértice que suma un nivel y aporta amplitud visual. La belleza del edificio impulsó la mudanza de su dueña al mismo pero sólo por un año, debiendo partir del mismo por ser demasiado “ruidosa” según los vecinos. La propiedad entonces fue puesta en alquiler y se volvió destino de artistas, entre ellos Clementina, una pintora que instaló su atelier en el nivel más alto y pasó a la posteridad no por sus telas sino por las fotografías que una periodista sacó a su última obra, tras cuyo revelado aparecieron en imagen figuras similares a duendes. Lamentablemente, la fotógrafa no alcanzó a compartir su inquietud con la artista, quien poco después de la entrevista se suicidó arrojándose al vacío desde la torre.

Para la señora Auvert Aurnaud, entrevistada tras la tragedia, la explicación fue la misma que aclaraba los “ruidos” durante su estancia en el pequeño castillo: los duendes llegados a la propiedad junto con los muebles y especies botánicas que importó de su Europa natal. La señora logró evitar su influjo dejando la casa, no así la malograda Clementina, cuya obra reveladora también desapareció.

 

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