Actividades para los más chicos en la Sala Alfredo Alcón

Sábado 23 Amorcitos, a las 12hs , El naufragio, a las 13.30 hs, Historias del placard, a las 15 hs, Fiesta en el hormiguero, a las 16.30 hs y Panceta y los papafritas, a las 18 hs.

Domingo 24 Historias del placard, a las 12 hs, Puertas, puertitas y puertones, a las 13.30 hs, Caperucita, a las 15 hs, Blancanieves, a las 16.30 hs y Los Raviolis, cerrando a las 18 hs.

Los organizadores recomiendan acercarse hasta el puesto de información ubicado en Monteagudo y Av. Caseros dos horas antes del evento para retirar las entradas correspondientes.

La sala itinerante Alfredo Alcón es un espacio dedicado a la cultura, que surge como una iniciativa del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires con la particularidad de poder desplazarse por los distintos barrios de las quince comunas porteñas. Según explicaron fuentes de logistica del citado ministerio, la carpa es de facil armado y desmontado, lo que permite en muy pocas horas trasladar un espectaculo desde un punto a otro de la ciudad. Desde el Ministerio de Educación explicaron que el nombre elegido es un homenaje al gran actor argentino, protagonista de una enorme cantidad de peliculas y con una dilatada trayectoria teatral. Alfredo Alcón falleció hace poco más de un año, tras luchar contra una dura enfermedad a los 84 años de edad.Había nacido el 3 de marzo de 1930 en Ciudadela, provincia de Buenos Aires, en el seno de una familia bien española: Alcón es un apellido de ascendencia andaluza-árabe, su abuela paterna había inmigrado desde Cádiz, y Riesgo, el apellido de su mamá, era de Castilla. “A mi abuela castellana, yo le daba un beso y, distante, me decía “Gracias, hijo”. “¿Por qué me dices gracias, abuela?, le preguntaba. “Yo sé por qué lo digo”, me contestaba. Y, en cambio, la abuela andaluza me abrazaba, me besaba y decía: “Ay, niño, ¡qué guapo eres!” Y yo entonces pensaba “Qué raro: las dos españolas y tan distintas”, contó en una entrevista al diario Clarín. Cantando nanas aprendió a hablar el español con acento bien ibérico y eso le permitió desempeñarse en los escenarios de la madre patria con total soltura, donde fue aclamado en cada una de la decena de obras que lo llevaron a cruzar el Atlántico a lo largo de su vida. Su primer gran protagónico fue en cine, en 1955, junto a Mirtha Legrand, por entonces la gran heroína de la pantalla grande, en El amor nunca muere, dirigido por Luis César Amadori. La pareja fue un éxito y lo volvieron a convocar para acompañar a “Chiquita” al año siguiente en La pícara soñadora, dirigida por Ernesto Arancibia y un par de años después, en Con gusto a rabia, de la mano de Fernando Ayala. A continuación vendría otra pareja que marcó historia: Leopoldo Torre Nilsson. Junto a este director, el trabajo de Alcón alcanzó su máximo crecimiento. Un guapo del 900, Martín Fierro, en 1968; El santo de la espada, dos años más tarde y en 1971, Güemes, la tierra en armas, a la que siguió La Mafia, en 1972 y después, Los siete locos, Boquitas pintadas y El pibe Cabeza. Si bien fue considerado un maestro de la actuación, el era una persona profundamente humilde y ante la denominación de maestro solía responder “el que se considera un maestro es un pelotudo”.